Calama se dibuja como un refrescante oasis en medio del desierto más árido del mundo.
Una joya natural del
norte chileno, convertida en el punto de partida para aventurarse y conocer un ramillete de pueblos de raíces aymaras, con iglesias de rasgos coloniales, albísimos salares, petroglifos y restos arqueológicos, que en conjunto evidencian una inigualable riqueza cultural y paisajística.
A pesar de la prosperidad que se respira en la ciudad, cuyos aires provienen de las minas de
Chuquicamata - el principal abastecedor de cobre de Chile-, los inicios de
Calama fueron más que modestos.
Nació como un tambo (Voz quechua, paradero y almacén en el camino), pobre y poco habitado, en el camino que unía Cobija con
Potosí y Arequipa con Copiapó. Por ese entonces, el poblado principal de la zona, se llamaba
Chiu-Chiu.
Ese fue el aspecto de
Calama que encontraron Diego de Almagro y Pedro de Valdivia al pasar por ella en los albores de la conquista. Siglos después, luego de un lento progreso, se convertiría en el centro administrativo boliviano más importante de la zona, hasta que fue ocupada por el ejercito chileno el 23 de marzo de 1879, después de la primera batalla de la Guerra del Pacífico.
Hoy,
Calama (2,250 m.s.n.m.) es capital de la provincia de Loa y una de las principales ciudades de la región de
Antofagasta.
Debido a su prosperidad económica, que se reconoce en sus centros comerciales, y en la verde productividad de sus campos, se ha convertido en un verdadero oasis de la franja pre-cordillerana chilena.
Una bonanza que se traduce en una eficiente y completa infraestructura turística, siendo en la actualidad el punto de partida para conocer numerosos atractivos locales y regionales, como
Chuquicamata, la mina a tajo abierto más grande del mundo y el principal abastecedor de obre de Chile.
Pero eso no es todo. El círculo de la aventura continúa por un puñado de pueblos indígenas, llenos de magia y encanto, como
Chiu Chiu, Caspana, Toconce y Aiquina, o poblados-fortalezas como
Pukara de Lasana y Pukara de Turi, huellas del esplendor de los antiguos aimaras (grupo étnico andino), impronta que se mantiene viva en las tradiciones y costumbres que aún conservan los habitantes de estos lugares.
Calama es también la puerta de entrada para visitar
San Pedro de Atacama, un mundo aparte que alberga no sólo el salar de mayor extensión del país, sino también el desierto más árido del mundo. Además, cuenta con increíbles áreas naturales, pueblos de origen precolombino e impresionantes restos arqueológicos. Razones por la que es considerada como la
Capital Arqueológica de Chile.
Una capital que tiene en el Museo Arqueológico del Padre Le Paige su mejor evocación del pasado, con más de 380 mil piezas que reflejan once mil años de historia y evolución de la cultura atacameña.
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