Plaza de Armas
Históricamente ha sido el gran escenario de la ciudad donde se desarrolla el ritual del acontecer diario y más trascendental. Cercano a ella, los conquistadores establecieron los símbolos visibles del orden social: el Cabildo, la Casa de los Gobernadores, la Real Audiencia y la Iglesia Mayor, como representación de una unidad aún más alta y trascendente.
La primera plaza recibió el nombre de Plaza Mayor, siguiendo una denominación entroncada con la tradición medieval española; pero a escasos seis meses de la fundación de la ciudad, con el primer gran ataque indígena, cambió de nombre, pues la ciudad reconstruida adoptó un carácter de campamento militar y ese lugar derivó en Plaza de Armas.
En el lugar, que en un principio era un espacio vacío, se realizaban todas las actividades ligadas a la vida social, económica y política de los vecinos: la fiesta del Apóstol Santiago, patrono de la ciudad, con el paseo del Real Estandarte; los juegos de cañas y sortijas; las corridas de toros, cerrándose para la ocasión las entradas con púas de madera. Las procesiones de Corpus Christi y las de Semana Santa tampoco estaban ausentes. Común era también para los vecinos detenerse a mirar con gran admiración los ejercicios de las Compañías a Caballo o de la Infantería.
En tiempos más pacíficos comenzaron a instalarse los triánguez o tendeles de indios, verdaderos mercados populares en que los mercanchifles (vendedores ambulantes) ya preocupaban al Cabildo (1613).
En el siglo XVIII, el Padre Diego de Rosales mencionaba una pila de agua que se surtía de una acequia -de una vara de ancho- que traía el agua desde el manantial de Tobalaba y que había sido construida durante el gobierno de García Ramón en 1578. Fue en 1835 cuando el Intendente Cavareda dispuso que el lugar se empedrase y en 1838 se instaló en reemplazo de la vieja fuente de bronce una estatua de mármol blanco llamada A la libertad de América.
En 1896 el paisajista Guillermo Renner traza un jardín moderno e irregular con ceibos, variedades de cedros, encinas, araucarias, palmeras y pataguas, que se conservó en sus líneas generales hasta la construcción de una nueva Estación de Metro, correspondiente a una extensión de la Línea 5. El proyecto correspondió al arquitecto Rodrigo Pérez de Arce, quien rescató el carácter ceremonial de la plaza de la época colonial, dejando dos explanadas al costado norte y poniente, aptas para ceremonias. Por otro lado, se amplió la capacidad de la plaza para dar asiento a los visitantes, incorporando hileras continuas de escaños de madera, más algunos de fierro.
Se rehabilitó el monumento A la libertad de Américacomo fuente y se incorporaron palmas chilenas de 200 a 300 años de edad. El antiguo odeón fue reemplazado por un kiosco apto para todo tipo de representaciones artísticas, cubierto por un techo de cobre.